viernes, 10 de diciembre de 2010

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

* Primera lectura (Lectura del libro de Isaías 35, 1-6a. 10)

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría.
Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión.
Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios.
Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón:

«Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.»

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará.
Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría.
Pena y aflicción se alejarán.

* Salmo responsorial (Sal 145, 7. 8-9a. 9be-10)
R. Ven, Señor, a salvarnos.

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. R.

* Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 7-10

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor.
El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía.
Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.
No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser Condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta.
Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.

* Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 2-11
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: - «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?>>

Jesús les respondió:

"Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!"

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:

"¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?

Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito:

"Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti."

Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

** 12 de diciembre.- 3º Domingo de Adviento: Hoy ¡Alegraos!

Oración para encender el tercer cirio de la corona del Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor. Nuestro Redentor está cerca y hacia él dirigimos nuestra súplica antes de encender la tercera vela de la corona del Adviento.
Hoy avanzamos hacia tu encuentro, Cristo Jesús, y te buscamos con esperanza, escuchando la palabra profética del santo Precursor, Juan el Bautista. Cuando estamos muy cerca de la fiesta de tu Nacimiento, Señor Jesús, crece nuestra alegría porque sigues con nosotros y no has dejado de hacerte presente a tu Iglesia para cumplir la obra inmensa de la salvación del mundo. Hoy te recibimos, sacerdote eterno, en nuestra asamblea eucarística, Jesucristo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R. Amén.



**Oración para el Tercer Domingo de Adviento (publicado en Vinalova Maris - Parroquia Santa María del Mar)

Vé, Señor de nuestras vidas, delante de nosotros

allanándonos el camino.

Ábrenos todas las puertas.

Danos los tesoros ocultos de la vida.

Queremos conocerte, hacedor de la paz.

Que se abra al fin la tierra y brote la salvación,

y con ella germine la justicia.

Con tus propias manos distribúyela,

y que alcance para todos.

Consérvanos en el amor vigilante,

para que podamos recibir la misericordia, la ...

¡qué sabemos nosotros! de tu Hijo que se acerca.

Oh padre, haznos sentir y saborear que dentro de nosotros eres más real

que la vida misma.

Convéncenos, sin violentarnos,

que eres el único valor

por el que merece la pena luchar

hasta morir para poseerlo.

Entonces te buscaremos, Señor, en la noche.

Vigilaremos por ti en cada momento,

hasta que nuestra espera se convierta

en espléndida aurora,

en la que llegas para consolarnos.

Oirán los sordos la palabra

que Tú pronuncias y nos regalas.

Ya sin oscuridad, los ojos ciegos verán

al que ha sido colocado en unas pajas.

Los pobres se gozarán con ese Dios

tan pequeñito que ha venido a visitarles.

Indignidad y opresión serán borradas de la tierra.

Con tus propias manos arrancarás al inocente

del dominio de aquellos

que con iniquidad compraron la justicia.

Por eso hoy ... quisiéramos no odiar

en nuestro corazón a los hermanos.

Quisiéramos amarlos

como nos amamos a nosotros mismos.

Y fomentar la vida, que será siempre mejor que sembrar la muerte.

Y cambiar la metralleta de nuestras manos

por un frágil trozo de pan,

para compartirlo precisamente

con aquel a quien iba a dispararle

y convertirnos ambos a la vez en seres humanos

con un poco de amor que compartir e intercambiar...

Nuestro querido Dios tan pequeñito,

colocado en un pesebre,

quisiéramos hoy, ¡siempre!,

quisiéramos no odiar

en nuestro corazón a los hermanos. Amén. Amén.

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