(Desde El Cañamelar y Nuestra Señora del Rosario Rosario, parroquia del arciprestazgo san Pío X, José Ángel Crespo Flor)
Hablar de santa Cecilia patrona de la música y, por lo tanto, patrona de los músicos es motivo suficiente para hablar de San Pío X, el gran restaurador de la música sacra en la Iglesia. Y si hablamos de san Pío X es por dos motivos para mi fundamentales, uno, porque es el titular del arciprestazgo al que da nombre y en el que se halla la parroquia a la que, como feligrés, pertenezco, y dos, porque siempre es bueno y aleccionador saber, conocer y estudiar lo que han legado los papas, sucesores de san Pedro y que como San Pío X han alcanzado la gloria de la santidad.
Pero ... antes de meternos de lleno en San Pîo X, un gran papa como podemos constatar si releemos su biografía, sus escritos magistrales y profundizamos en su saber teológíco vamos a hablar sobre esta Santa de la Iglesia Católica Universal por la que tantos y tantos músicos, de orquesta o de banda, aficionados o profesionales, hombres y mujeres, sienten una devoción profunda.
Realmente resulta aleccionador cómo en torno a su fiesta, 22 de noviembre, todo el mundo que tiene algo que ver con la música, la intenta realzar y festejar organizando concierto, audiciones o simplemente pasacalles. Todo para hacer ver al barrio que Santa Cecilia es la Patrona de la música y, por lo tanto, de los músicos.
Un poco de historia
Cecilia nace en Roma, en una noble residencia de Trastévere, donde hoy está la iglesia a ella dedicada y en la cual se venera su cuerpo. Su Passio (narración de su martirio), es semejante a la de otra mártir africana del mismo nombre. Cecilia se ha consagrado a Dios, pero sus padres la casan con el noble Valeriano, pagano. Ella dice al joven: “Ninguna mano profana puede tocarme, pues un ángel me protege. Si tú me respetas, él te amará como a mí”. Cautivado por su fe, Valeriano pide ser instruido en la religión cristiana y bautizado junto con su hermano Tiburcio. Estos dos jóvenes son martirizados por el prefecto Almaquio, quien luego amenaza a Cecilia con tormentos y con la muerte. Ella responde: “El morir por Cristo no será una desgracia para mí, sino una inestimable ganancia”. Cerrada en la sala de las calderas para ser asfixiada por el vapor y el calor, al tercer día de agonía es decapitada en el año 177.
Día universal de la música.
Vamos ahora a hablar del tema que queremos. Un tema por el que descubriremos una faceta no muy conocida de San Pío X. Así podremos comprender mejor la importancia que tuvo mientras permaneció como Sucesor de San Pêdfro.
San Pío X y Lorenzo Perosi
San Pío X, único Papa canonizado del siglo XX, tuvo una profunda preocupación por la dignidad de la liturgia y la música sacra así como por corregir los abusos que se cometían en las iglesias, introduciendo géneros musicales profanos. Muchas veces estas piezas pertenecían a autores célebres y aunque bellos y artísticos, no condecían con el espíritu litúrgico. ¡Qué diría San Pío X hoy si asistiera a la misa de cualquier parroquia! Recordamos una breve anécdota de su vida que refleja como comenzó ya a trabajar en la restauración de la musica sacra siendo Obispo de Mantua, obra que culminó como Sumo Pontífice.
Era en el año 1892. José Sarto, siendo obispo de Mantua, se encuentra con su secretario y se entabla la siguiente conversación.
- He descubierto un genio. Mira aquí Giovanni. Examina esta composición. Un "Stabat Mater" de un cierto Lorenzo Perosi. Esto es realmente magistral. Examina la partitura. ¿Qué dices de ella?
- Notas preciosamente escritas -respondió el secretario, sonriente.
¡Ah, si tú no entiendes nada de esto! Cuando haya ocasión ya te lo tocaré al órgano. Es la música eclesiástica más noble llena de fervor y de unción. El obispo de Alejandría, que me ha enviado la partitura, escribe que el compositor es un seminarista, un joven de veinte años, de Tortona. Se llama Lorenzo Perosi, tengo que anotar su nombre. Ensayaré con mis alumnos este "Stabat Mater" y mandaré que lo canten en la catedral.
Por la tarde el obispo, sentado a su mesa de estudio con un montón de papel de música, iba transcribiendo de la partitura cada una de las voces hasta muy entrada la noche.
- Pero excelencia, ese es un trabajo que lo puede hacer bien cualquier seminarista -le advirtió don Bressan, cuando le encontró desarrollando una tal tarea.
- Mis seminaristas tienen que hacer cosas más importantes que escribir notas. Pronto serán los exámenes finales… por eso no quiero importunar a ninguno de ellos con esta tarea.
- Pudiera también creerse que un obispo tiene asimismo cosas más importantes que hacer que pintar notas -manifestó el secretario-.
- Te vuelves muy atrevido, Giovanni. Pero, hablando en serio, tengo la música eclesiástica muy metida en el corazón y es lo suficientemente importante como para que un obispo se ocupe de ella. No, no, amigo mío, éste no es tiempo perdido.
... Cuando Patriarca de Venecia, llamó a don Perosi a su casa y le tuvo de huésped permanente a su mesa. Durante las comidas hablaba con él de música sacra.
- No hay que hacer de la iglesia una sala de conciertos -decía el patriarca-. Las partes orquestales son a menudo demasiado largas y el pueblo, que por la música olvida completamente al Salvador, abandona la iglesia después del credo. ¡Estos interminables preludios e "intermezzi" y este repetir indefinidamente las mismas palabras! Tambores y trompetas, bombos turcos y platillos se deslizan en las casas de Dios, como si se viniera a una parada militar. Eso no me agrada en absoluto. La música militar no es propia en la iglesia. El canto litúrgico no puede profanar el santo sacrificio, como si éste fuera una cosa accesoria, sino que tiene como función el servirle y levantar los corazones.
- En el congreso (agosto 1898) -contestó el maestro apesadumbrado-, algún arrogante prelado mostró su disconformidad con mi música y se me dio a entender que mi orquestación era pobre y que en relación con el esplendor de la basílica podía compararse a una modesta aldeana.
- Probablemente habrían dicho también lo mismo todos estos sabelotodos de las fugas de Bach -dijo el cardenal-. Y, sin embargo, ellas muestran no sólo la más perfecta maestría, sino también un corazón piadoso y una íntima unción. No tomes muy a pecho todas estas habladurías, Lorenzo, y sigue tu camino, que es también el mío.
Fue para el maestro una singular distinción que el Papa León XIII le llamara poco después a Roma… sin embargo, sangraba su corazón al despedirse de Sarto, a quien siempre llamó con amorosa veneración, su cardenal.
- Te deseo mucha felicidad en tu camino, querido amigo -dijo el patriarca, animándole-. Y si en Roma no estás a gusto, vuelves de nuevo a San Marcos. Aquí serás siempre recibido con los brazos abiertos.
Efectivamente, Perosi no se sintió a gusto en la Ciudad Eterna. Tenía nostalgia por la ciudad de las lagunas. Un día se decidió a pedir una audiencia al santo padre, se arrojó ante sus plantas y le suplicó poder volver a Venecia.
- Haga usted lo que quiera -le respondió León XIII, dibujándose una sonrisa en su semblante-. Regrese usted a Venecia, vuelva al lado de su patriarca y cuando éste sea elegido Papa, venga de nuevo a Roma con él. Cuando Sarto tuvo en las manos la carta del maestro Perosi, que le transmitía las palabras del Papa, se rió alegremente, diciendo:
- ¡Qué suerte que una profecía no tenga nada que ver con la infalibilidad del santo padre! A continuación escribió a su protegido una consoladora carta, en la que le aconsejaba que permaneciera en Roma.
- Tal vez mi cardenal venga a habitar aquí un día -suspiró el maestro al leer la carta del patriarca-.
...Un especialísimo deseo de su corazón, que durante tantos años excitó a Pío X, fue la reforma de la música eclesiástica. La casa de Dios y la celebración de los santos misterios eran algo demasiado sagrado para ser profanado con manifestaciones profanas y teatrales. Así pues, publicó el "Motu proprio" (22-XI-1903), en el que ordenaba que la música litúrgica y sobre todo el canto gregoriano, volvieran a ser cuidados, restituyéndoles su antigua belleza y dignidad.
"Entre las tareas del oficio pastoral", escribía el sumo pontífice, "ocupa sin duda un lugar preeminente la de guardar y fomentar la dignidad de la casa de Dios, en la que han de celebrar los sagrados misterios de nuestra santa religión. Por lo tanto, en la casa de Dios no debe permitirse nada que perturbe la devoción, ni siquiera que la disminuya… nada que hiera la dignidad y la elevación de los sagrados ritos".
Así, pues, fijó las normas que regularían la música eclesiástica en los oficios divinos y que pondrían fin a los abusos. Su fiel servidor, el maestro Perosi, fue en este trabajo su consejero y su ayudante. (PANORAMA CATOLICO INTERNACIONAL)
lunes, 22 de noviembre de 2010
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