sábado, 16 de octubre de 2010

HOY, 16 DE OCTUBRE DE 2010, HACE YA 8 AÑOS (16 DE OCTUBRE DE 2002) QUE EL PAPA JUAN PABLO II FIRMÓ LA ENCÍCLICA 'EL ROSARIO DE LA VIRGEN MARÍA'

(Desde El Cañamelar, José Ángel Crespo Flor)

Parece que fue ayer y hoy 16 de octubre hace ya 8 años (se firmó en el 2002) que el recordado papa Juan Pablo II firmó la última encíclica que se ha realizado sobre el Santo Rosario. Se trata pues del ultimo gran documento que existe sobre esta practica de piedad que, en modo alguno, está trasnochada o fuera de actualidad por mas en que algunos sacerdotes intenten salvar el Mes del Rosario (octubre) poniendo el 'cd' del Rosario

Radio María en este apartado es una abanderada por cuanto en su programación habitual se reza hasta tres veces cada día, incluso existe uno en que se puede escuchar nítidamente la voz de Benedicto XVI rezándolo en latín.

Está muy bien que se rece y que se apoye el Santo Rosario, sobre todo en el mes de octubre, pero también estaría muy bien que se leyesen y estudiasen los documentos papales que existen sobre esta Plegaria porque entiendo que leyendo esos textos se puede llegar a comprender mucho mejor toda la riqueza que emana de esta recitación continua de 'Padrenuestros' y 'Avemarias' en que consiste el rezo del Santo Rosario.

Terminar el mes de octubre leyendo o en el mejor de los casos releyendo la Encíclica que, sobre el Santo Rosario de la Virgen María, suscribió y firmó el papa Juan Pablo II sería, creo, un modo muy eficaz de concluir un mes en el que la devoción por el Santo Rosario tiene que 'explotar'.

Y ya que hablamos del mes del Rosario, del mes de octubre, quedénse con estas tres fechas: 5 de octubre: Encíclica 'Audiutricem populi' de León XIII (5 de octubre de 1895); 7 de octubre, Fiesta de Nuestra Señora la Virgen del Rosario y 16 de octubre: Encíclica 'Rosarium Virginis Mariae' de Juan Pablo II (16 de Octubre de 2002). Son tres fechas para enmarcar, tres fechas a tener en cuenta y tres fechas que centran todo un mes, el mes del Rosario, el mes de octubre. 

A modo de 'aperitivo' publicamos el inicio de esta Encíclica que sin duda alguna ha marcado un antes y un después en la historia del Santo Rosario ya que esta Carta Enciclica nació emparejada a los cinco nuevos misterios, los Misterios Luminosos (El Bautismo de Cristo en el Jordán; La autorrevelación de Cristo en las Bodas de Caná; El anuncio del Reino de Dios; La Transfiguración del Señor y La Institución de la Eucaristía), que, a partir de entonces, se añaden a los clásicos Dolorosos (La Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos; Jesús azotado en la Columna; Jesús Coronado de espinas; Jesús con la cruz a cuestas y La Crucifixión y Muerte de Jesús), Gozosos (La Encarnación del Hijo de Dios; La Visitación de Nuestra Señora; El Nacimiento del Salvador; La Presentación de Jesús en el Templo y el Niño Jesús hallado en el Templo) y Gloriosos (La Resurrección del Señor; La Ascensión del Señor; La Venida del Espíritu Santo; La Asunción de Nuestra Señora y La Coronación de Nuestra Señora). Y junto a este inicio de La Encíclica publicamos la Plegaria que realizó el sacerdote, periodista y párroco de Santa María del Mar (Grao - Valencia) Antonio Díaz Tortajada.

INICIO DE LA ENCICLICA 'EL ROSARIO DE LA VIRGEN MARIA' DE JUAN PABLO II

1. El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro» (duc in altum!), para anunciar, más aún, 'proclamar' a Cristo al mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn14, 6), el «fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización».

El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenneMagnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.

PLEGARIA A LA VIRGEN DEL ROSARIO 
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA (Sacerdote-periodista)
 
Santísima Virgen del Rosario: 
Contigo queremos peregrinar a la casa de Dios nuestro Padre 
junto con tu Hijo, Jesucristo, animados por el Espíritu Santo. 
Te felicitamos Virgen María, por tu cercanía 
y por tu bondad de Madre. 
Te felicitamos Virgen María 
porque tu has contribuido a hacernos más concientes 
de nuestra condición de hijos de Dios 
y de nuestra común dignidad. a lo largo del camino. 
María, madre nuestra, desde el “bendito el fruto de tu vientre”, 
hasta el “ahí tienes a tu hijo”; María madre nuestra, desde el “haced lo que os diga”, 
hasta el cenáculo, acompañando a la Iglesia orante 
en la espera del Espíritu Santo prometido, 
queremos expresarte nuestro amor, 
nuestro agradecimiento y nuestra súplica, 
porque te has manifestado como madre 
para recordarnos el camino del encuentro con Jesús 
y fortalecer el vínculo fraterno que nos distingue 
como miembros de la gran familia cristiana. 
Te felicitamos Virgen María 
por tu respuesta fiel al proyecto de Dios, 
asociada a su plan salvífico a favor de su gloria y de nuestro bien. 
Te felicitamos Virgen María porque fuiste coronada 
por encima de todo lo creado, 
gozando del triunfo de la victoria de Jesús 
sobre el dolor, el pecado y la muerte 
Te felicitamos Virgen María 
porque participas de esa plenitud alcanzada 
porque fuiste la servidora del Señor, 
misión que se prolonga para nosotros en este tiempo 
en el que libramos la gran batalla, 
iluminados y aleccionados por tu ejemplo. 
Te felicitamos Virgen María 
llenos de esperanza en tu mediación maternal, 
para que podamos también nosotros alcanzar la victoria. 
La humildad y pequeñez 
de tu servicio incondicional al querer de Dios 
ha significado tu mayor grandeza, 
porque gracias a tu actitud de despojo Él creció 
y te hizo partícipe, asociándote a su obra redentora. 
Tu camino va de la mano con el de Jesús, nuestro camino, 
y así, te has convertido en el fruto más espléndido de su obra 
y, para nosotros en el modelo de santidad 
y adhesión al plan de Dios. 
Vemos en tu vida y persona una expresión dócil y sencilla, 
y, a la vez, totalizante de cómo debe ser para nosotros 
el modo de vivir esta relación con Dios, 
sin dudas, ni temor de equivocarnos, 
convirtiéndote en un signo de esperanza. 
Te felicitamos Virgen Madre del Rosario 
pues nos diste al Redentor 
que alcanzó pan para nosotros, la gracia y la salvación. 
Eres el gran prodigio que creó Dios por bondad. 
Eres la promesa de victoria, 
nuestro triunfo sobre el mal. 
Madre del Rosario: 
hoy queremos proclamar tu grandeza 
en la magnitud de tu servicio de amor, 
hoy queremos confesar 
nuestra gratitud y cercanía desde siempre, 
que reconocemos y valoramos y anunciamos 
de generación en generación. 
Esta peregrinación, 
reflejada en los misterios del rosario la hacemos contigo; 
tu nos ayudas a recorrer un camino de discípulos, 
que transitamos en la fe, y nos hace amigos de Cristo. 
Él es el maestro que nos forma como los discípulos, 
El que nos educa interiormente 
para escuchar y asimilar su Palabra, que es la del Padre. 
Caminar por los misterios de gozo, luz, dolor y gloria 
es una peregrinación espiritual, 
a la que estamos invitados a recorrer contemplando 
los misterios de la vida de Jesús. 
La meditación de cada uno de ellos 
es una profunda oración, 
y nos mueve a contemplar con María el rostro de Cristo. 
Ellos nos permiten ahondar en la profundidad 
de todo el mensaje evangélico, 
el cual es como un compendio. 
Esta familiaridad con el misterio de Jesús 
nos es facilitada por el rezo del rosario, 
donde aprendemos de ti, 
Madre nuestra, a contemplar la belleza del rostro de Cristo 
y a experimentar la profundidad de su amor. 
Al contemplar sus misterios de gozo, luz, dolor y gloria 
creemos y anunciamos la buena noticia de Jesús, 
Mesías, Hijo de Dios. 
Como hijos obedientes a la voz del Padre, 
queremos escuchar a Jesús 
porque Él es el único Maestro. 
Como discípulos suyos sabemos 
que sus palabras son Espíritu y Vida. 
Con la alegría de la fe, 
enséñanos a ser misioneros 
para proclamar el Evangelio de Jesucristo, 
y, en Él, la buena noticia de la dignidad humana, y de la vida, 
de la familia y del trabajo, 
de la ciencia y de la solidaridad con la creación. 
Enséñános a conocer y contemplar 
los misterios de la vida de tu Hijo en forma amistosa 
y haznos crecer como seguidores y discípulos de Cristo. 
Conocer a a tu hijo Jesús 
es el mejor regalo que podemos recibir cualquier persona; 
haberlo encontrado nosotros 
es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, 
y darlo a conocer con nuestras palabras y obras 
es nuestro gozo y nuestra alegría. 
María: 
Al desgranar las cuentas de tu rosario, 
nos dirigimos directamente a ti. 
Que este acto de amor, contigo y por ti 
se dirija a Jesús que nos atrae a sí, 
y nos ofrece la paz que conquistó para nosotros. 
Por eso, Madre del Rosario, 
llénanos de alegría; 
eres tu, quien orienta nuestra oración; 
tu eres aquella que con ojos de misericordia 
nos muestra el modo de abrir nuestro corazón 
a la voz del Espíritu Santo, 
y a su Hijo, para ser anunciado a todo el mundo. 
Tu has vivido por entero toda la peregrinación de la fe 
como la Madre de Cristo 
y luego, también de sus discípulos. 
Enséñanos a peregrinar contigo y hacia Cristo. 
Así como desde la anunciación, 
tu silencio te permitió recibir y responder con fidelidad 
a la voz del Ángel, 
así también 
la fe te acompañó a lo largo de todo tu camino terreno, 
peregrinando en los misterios de Cristo. 
Ayúdanos a recorrer contemplando 
los misterios de la vida de tu Hijo Jesús. 
Como pueblo peregrino que se pone bajo tu amparo, 
te pedimos que nos hagas semejantes a Jesús 
y podamos mostrar su rostro 
labrando la amistad entre nosotros 
para adelantar aquí el gozo de la patria futura. 
Tu eres la reina del corazón, 
de la mano tendida, 
del cobijo y el acompañamiento, 
del estar y caminar juntos, 
de tu mirada serena y de tu ofrenda divina 
al entregarnos a tu Hijo. 
Tu eres la inspiradora de nuestros grandes ideales 
de comunión y fraternidad, 
ayudándonos a vivir en la alegría y en el dolor, 
en la siembra y en la poda y en la sazón del fruto 
que madura al calor de tu mirada. 
Tu has entrado en el quehacer cotidiano de nuestras vidas, 
haciendo de nuestras casas tu Nazareth; 
de nuestras vidas, tu misión; 
de nuestras conductas, tu obrar; 
de nuestra oración, tu disponibilidad, 
a lo que Dios te pidió de nuestras comunidades, 
la fraternidad que nos imprime tu presencia de Madre. 
Esta presencia en nosotros nos convierte 
en discípulos de Jesús, 
de quien eres la maestra que eligió la mejor parte, 
en Iglesia como lugar de encuentro y vivencia, 
porque al darnos a Jesús te convertiste en nuestra madre. 
Queremos ser un signo visible y fuerte y gozoso 
de todo lo que haces y significas para cada uno de nosotros, 
que con fe grande y amor de correspondencia, 
queremos expresarte el lugar que ocupas en nuestras vidas. 
Bajo tu amparo, madre del Rosario 
confiamos las personas que viven en viviendas degradadas 
que se les aseguren condiciones de vida dignas, 
la satisfacción de las necesidades fundamentales 
y la posibilidad de realizar sus propias aspiraciones, 
en particular en el ámbito familiar 
y en una convivencia social pacífica. 
Te pedimos que la cultura 
no se vacíe de los valores trascendentes; 
y que la vida sea más fuerte que la muerte, 
que la tercera edad sea querida y reconocida, 
que la el niño por nacer sea aceptado 
porque ya es un hijo de Dios y hermano nuestro. 
Ponemos bajo tu amparo, Virgen del Rosario, 
la esperanza de los rostros sufrientes 
que nos duelen. 
particularmente los de aquellas personas 
que tienen mayores necesidades, 
y que la sociedad las ha arrinconado en la cuneta, 
que viven en la calle, 
que requieren especial cuidado y atención. 
Que tu amor sea una luz en el camino de nuestra vida 
--en el fondo la única-- que debe iluminar a un mundo oscuro 
y nos de la fuerza para vivir y actuar. 
Madre del Rosario: 
Enséñanos a amar con tu corazón. 
Sabemos que como Madre 
curarás las heridas de nuestras caídas 
y como maestra nos indicarás el camino para no volver a caer. 
Somos tuyos: 
Te ofrecemos hoy nuestra vida y nuestro corazón, 
tu guárdanos y defiéndenos como una posesión tuya. 
Madre del Rosario: 
Te sentimos tan cercana, 
tan Madre y tan nuestra 
que nos fusionas en la intimidad de Dios, 
¡haznos uno, para que el mundo crea! 
Amén. 

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