Por Antonio DÍAZ TORTAJADA (Sacerdote-periodista)
Como nos han enseñado desde niños,
te aclamamos:
Bendita y alabada sea la hora
en que viniste en carne mortal a Zaragoza.
Por siempre sea bendita y alabada
Tú eres nuestra Madre
transmisora fiel de nuestras llamadas;
tú eres la más potente emisora,
cuyas ondas son capaces de atravesar los espacios
y llegar sin interferencia alguna hasta el corazón de tu Hijo Jesucristo.
Tú eres la estrella luminosa que orienta
nuestro caminar por la vida y el socorro en las emergencias del camino.
Bajo tu amparo nos acogemos con inmensa confianza.
Virgen morena:
dulce Madre del divino Amor,
clara estrella de esperanza nuestra,
luz que irradia del eterno Sol.
Virgen de las manos grandes:
Échanos una mano en estos tiempos difíciles,
para que nos mantengamos serenos y equilibrados.
Perder el equilibrio es caer,
y las caídas, Madre, siempre hacen algún daño.
Ven en ayuda de todos los que están desconcertados y desorientados.
Alegres por tu visita a nuestra tierra,
te acogemos con amor y te decimos una vez más:
Bendita y alabada sea la hora
en que viniste en carne mortal a Zaragoza.
Por siempre sea bendita y alabada.
Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.
Y, confiados en tu protección maternal,
te pedimos:
Acuérdate de todos tus hijos,
de los que viven en la tribulación,
en las necesidades, en la marginación y la soledad,
y de los que están bajo el poder del pecado;
intercede ante tu Hijo para que nunca nos falten
los bienes materiales y espirituales que necesitamos
para ser felices en esta vida y alcanzar la vida eterna.
Virgen de la mirada atenta:
Que ningún problema planteado entre nosotros
lo convirtamos en conflicto;
que las inevitables divergencias y discrepancias
en el enfoque y tratamiento de los problemas,
no rompan la unidad y el amor fraterno;
que veamos claro que ninguna situación puede justificar una enemistad;
y que la paz de tu Hijo Jesús actúe siempre de árbitro en nuestros corazones.
Madre de Dios y madre nuestra,
brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro caminar;
enséñanos y ayúdanos a permanecer firmes en la fe,
alegres en la esperanza y constantes en el amor.
Madre con el niño-Dios en tus brazos
y en sus manos la paloma expresión de la paz:
La vida no es bella sin paz interior.
Tú eres nuestro mar siempre en calma,
socórrenos y ayúdanos a luchar contra los elementos perturbadores
y que sepamos mantenernos siempre serenos.
Sácanos de la mediocridad y de la vulgaridad;
que no seamos como cañas agitadas por el viento.
Necesitarnos tu presencia que regala la paz
para que inspire confianza y ahuyente nuestros miedos y angustias,
inspíranos serenidad, alegría, y confianza.
Virgen que brillas
como lucero de la mañana sobre el Pilar,
trono de gloria asentado en las orillas del Ebro:
Que sepamos pasar por la vida haciendo el bien.
Conviértenos, como Tú, en socorro,
en un rico presente de caridad, en tu Iglesia,
para el mundo, a la gloria de Dios,
que quiere que todos se salven
y entren en el conocimiento de la verdad.
Tu que siempre fuiste fiel,
como tú, queremos decir sí a la voluntad de Dios,
como tú, queremos servir a los más necesitados,
como tú, queremos llevar a tu Hijo a los demás,
como tú, queremos ser consuelo para los afligidos...
Tú vida y esperanza nuestra,
intercede por nosotros para que el Espíritu Santo
nos libre del pesimismo, la tristeza y el miedo,
dando a nuestros ánimos
la alegría de amar y de trabajar
por el bien material y espiritual de nuestra tierra.
Virgen del Pilar:
Que estemos muy atentos al sordo clamor
de cuantos sufren en el cuerpo y en el alma.
A toda llamada que respondamos adecuadamente;
Virgen María del Pilar:
enséñanos a conocer la realidad,
para obrar con eficacia.
Y que un día podamos decir con todos los coros celestiales:
Bendita y alabada sea la hora
en que viniste en carne mortal a Zaragoza.
Por siempre sea bendita y alabada.
Amén
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