lunes, 11 de octubre de 2010

PLEGARIA A LA VIRGEN DEL PILAR

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA (Sacerdote-periodista)

 
Virgen del Pilar:

Como nos han enseñado desde niños,

te aclamamos:

Bendita y alabada sea la hora

en que viniste en carne mortal a Zaragoza.

Por siempre sea bendita y alabada

Tú eres nuestra Madre

transmisora fiel de nuestras llamadas;

tú eres la más potente emisora,

cuyas ondas son capaces de atravesar los espacios

y llegar sin interferencia alguna hasta el corazón de tu Hijo Jesucristo.

Tú eres la estrella luminosa que orienta

nuestro caminar por la vida y el socorro en las emergencias del camino.

Bajo tu amparo nos acogemos con inmensa confianza.

Virgen morena:

dulce Madre del divino Amor,

clara estrella de esperanza nuestra,

luz que irradia del eterno Sol.

Virgen de las manos grandes:

Échanos una mano en estos tiempos difíciles,

para que nos mantengamos serenos y equilibrados.

Perder el equilibrio es caer,

y las caídas, Madre,  siempre hacen algún daño.

Ven en ayuda de todos los que están desconcertados y desorientados.

Alegres por tu visita a nuestra tierra,

te acogemos con amor y te decimos una vez más:

Bendita y alabada sea la hora

en que viniste en carne mortal a Zaragoza.

Por siempre sea bendita y alabada.

Bendita tú entre las mujeres

y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.

Y, confiados en tu protección maternal,

te pedimos:

Acuérdate de todos tus hijos,

de los que viven en la tribulación,

en las necesidades, en la marginación y la soledad,

y de los que están bajo el poder del pecado;

intercede ante tu Hijo para que nunca nos falten

los bienes materiales y espirituales que necesitamos

para ser felices en esta vida y alcanzar la vida eterna.

Virgen de la mirada atenta:

Que ningún problema planteado entre nosotros

lo convirtamos en conflicto;

que las inevitables divergencias y discrepancias

en el enfoque y tratamiento de los problemas,

no rompan la unidad y el amor fraterno;

que veamos claro que ninguna situación puede justificar una enemistad;

y que la paz de tu Hijo Jesús actúe siempre de árbitro en nuestros corazones.

Madre de Dios y madre nuestra,

brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro caminar;

enséñanos y ayúdanos a permanecer firmes en la fe,

alegres en la esperanza y constantes en el amor.

Madre con el niño-Dios en tus brazos

y en sus manos la paloma expresión de la paz:

La vida no es bella sin paz interior.

Tú eres nuestro mar siempre en calma,

socórrenos y ayúdanos a luchar contra los elementos perturbadores

y que sepamos mantenernos siempre serenos.

Sácanos de la mediocridad y de la vulgaridad;

que no seamos como cañas agitadas por el viento.

Necesitarnos tu presencia que regala la paz

para que inspire confianza y ahuyente nuestros miedos y angustias,

inspíranos serenidad, alegría, y confianza.

Virgen que brillas

como lucero de la mañana sobre el Pilar,

trono de gloria asentado en las orillas del Ebro:

Que sepamos pasar por la vida haciendo el bien.

Conviértenos, como Tú, en socorro,

en un rico presente de caridad, en tu Iglesia,

para el mundo, a la gloria de Dios,

que quiere que todos se salven

y entren en el conocimiento de la verdad. 

Tu que siempre fuiste fiel,

como tú, queremos decir sí a la voluntad de Dios,

como tú, queremos servir a los más necesitados,

como tú, queremos llevar a tu Hijo a los demás,

como tú, queremos ser consuelo para los afligidos...

Tú vida y esperanza nuestra,

intercede por nosotros para que el Espíritu Santo

nos libre del pesimismo, la tristeza y el miedo,

dando a nuestros ánimos

la alegría de amar y de trabajar

por el bien material y espiritual de nuestra tierra.

Virgen del Pilar:

Que estemos muy atentos al sordo clamor

de cuantos sufren en el cuerpo y en el alma.

A toda llamada que respondamos adecuadamente;

Virgen María del Pilar:

enséñanos a conocer la realidad,

para obrar con eficacia.

Y que un día podamos decir con todos los coros celestiales:

Bendita y alabada sea la hora

en que viniste en carne mortal a Zaragoza.

Por siempre sea bendita y alabada.

Amén

 

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