(Desde El Cañamelar, José Ángel Crespo Flor)
A pesar de que han transcurrido 630 años de su muerte gloriosa Catalina de Siena, dominica, doctora de la Iglesia y Copatrona de Europa tiene un mensaje tan actual que todavía hoy es motivo de estudio permanente y perenne. Tanto que de vez en cuando se hace necesario incidir en esta gigante de la fe que la Iglesia nos ha puesto como ejemplo a imitar y emular.
Pero no incidiría tanto en Catalina de Siena sino fuera porque el grupo que preside el altar mayor de la parroquia Nuestra Señora del Rosario de el Cañamelar (Valencia) estuviese presidido por la Virgen del Rosario sí pero flanqueda por dos gigantes dominicanos santo Domingo de Guzmán y santa Catalina de Siena. Dos santos que estamos obligados a mencionarlos, a conocerlos, a estudiarlos a través de sus escritos magistrales y lo más importante, a que sean modelos y ejemplos en nuestro caminar por esta vida terrenal.
Está bien que la Archicofradía de la Virgen del Rosario tenga en mente realizar la mejor fiesta posible en torno a su Titular y Patrona del Cañamelar pero ello no es óbice para que no se ahonde, sobre todo, cuando llegan sus dos días de fiesta, en la importancia que han tenido estos dos grandes santos de la Orden de Predicadores máxime cuando los vemos todos los días al flanquear - insistimos- a Nuestra Señora del Rosario en un grupo escultórico, obra del imaginero valenciano Francisco Martínez que tiene, entre otros logros haber sido elegido por la Hermandad del Cristo de los Afligidos como "Canyameler d' Honor", máxima recompensa que otorga esta institución semanasantera.
Apuntes de su biografía
Catalina Benincasa, conocida como Santa Catalina de Siena O.P., (* Siena, 25 de marzo de 1347 – † Roma, 23 de abril de 1380) fue una santa católica. Esa iglesia la reconoce como co-patrona de Europa e Italia y Doctora de la Iglesia Católica. Hija número 24 de un total de 25 (su hermana gemela Giovanna, la vigésimo cuarta, vivió sólo pocos meses) de Jacobo Benincasa, tintorero, y de Lapa Piagenti (o Piacenti), hija de un poeta local.
Infancia
Bautizada como
Catalina Benincasa, pertenecía a una familia de la clase media-baja de la sociedad, compuesta básicamente por fontaneros y notarios, conocida como "la fiesta de los doce", quienes entre una revolución y otra, gobernaron en la
república de Siena desde
1355 a
1368.
Sus hermanos la apodaron como Eufrosina. Catalina no tuvo una educación formal; desde temprana edad mostró su gusto por la soledad y la oración, y siendo niña todavía, a la edad de siete años, se consagró a la mortificación e hizo voto de castidad. A los doce años sus inadvertidos padres comenzaron a hacer planes de matrimonio para Catalina, pero ella reaccionó cortándose todo su cabello y encerrándose, con un velo sobre su cabeza. Con objeto de persuadirla, sus padres la obligaron a realizar fatigosas tareas domésticas, sin embargo Catalina se encerró más en sí misma, aún más convencida. Sólo un evento inusual, una paloma que se posó en la cabeza de Catalina mientras oraba, convenció a Jacobo de la sincera vocación de su hija.
A los dieciocho años tomó el hábito de
La orden Tercera de Santo Domingo, y fue de todos modos probada su vocación para la Iglesia. Se sometía al
cilicio (hoy visible en la iglesia de Santa Catalina de la Noche, parte del complejo de Santa María de la Escala) y a prolongados períodos de ayuno, sólo alimentada por la
Eucaristía. En esta primera fase de su vida, estas prácticas eran llevadas a cabo en solitario. El historiador Rudolph Bell ha señalado, con base en sus investigaciones, que los ayunos de Catalina indican
anorexia nerviosa.
Juventud
Seguramente en los carnavales de
1366 vivió lo que describió en sus cartas como un "Matrimonio Místico" con
Jesús, en la basílica de
Santo Domingo de Siena, teniendo diversas visiones como la de
Jesucristo en su trono con
San Pedro y
San Pablo, después de las cuales comenzó a enfermar cada vez más y a demostrar aún más su amor a los pobres. Este mismo año murió su padre y en Siena se inició un golpe de Estado.
Sus
hagiógrafos sostienen que en
1370 recibió una serie de visiones del
infierno, el
purgatorio y el
cielo, después de las cuales escuchó una voz que le mandaba a salir de su retiro y entrar a la vida pública. Comenzó a escribir cartas a hombres y mujeres de todas las condiciones, manteniendo correspondencia con la principales autoridades de los actuales territorios de
Italia, rogando por la paz entre las repúblicas de Italia y el regreso del papa a Roma. Mantuvo de hecho correspondencia con el
Papa Gregorio XI, emplazándolo a reformar la
clerecía y la administración de los
Estados Pontificios.
Durante el tiempo que duró la
peste de
1374, Catalina acudió al socorro de los desgraciados, sin mostrarse jamás cansada, y aún, si hubiera de creer a los historiadores de su época, podría decirse que operó algunos milagros. Poco después, el
1 de abril de
1375 en
Pisa, Catalina recibió los denominados
estigmas invisibles, de modo que sentía el dolor pero no eran visibles las llagas externamente.
Más feliz en otras ciudades de Italia, afirmó en ellas su fidelidad a la
Santa Sede. Respondió a las cuestiones capciosas de algunos sabios y de varios obispos, de un modo que los confundió. Tras grandes trabajos e inmensas dificultades, reconcilió a los florentinos con el Papa
Urbano VI, sucesor de
Gregorio XI, colgando el
18 de julio de
1378 una rama de olivo en el Palacio en señal de paz.
Muerte
Se retiró luego a la más profunda soledad; pero de allí hubo de sacarla el
cisma de los anti-Papas. Apoyó al Papa romano
Urbano VI, quién la convocó a Roma donde vivió hasta su muerte el (
23 de abril de
1380, a los treinta y tres años). Fue sepultada en la iglesia de Santa María Sopra Minerva en Roma, su cráneo fue llevado a la Iglesia de Santo Domingo de Siena en
1384 y un pie se encuentra en
Venecia.
Entre los principales seguidores de Catalina, se encontraban su confesor y biógrafo, posteriormente general de los
dominicos, Fray Raimundo de las Viñas, de
Capua (fallecido en
1399) y Estefano de Corrado Maconi (fallecido en
1424), quien fue uno de sus secretarios, y se convirtió luego en Prior General de los
Cartujos. El libro de Raimundo sobre la vida de Catalina, la "leyenda", fue terminado en
1395. Una segunda versión de la vida de Catalina, el "suplemento", fue escrito unos años después por otro de sus seguidores, Fray Tomás Caffarini (muerto en
1434), quien posteriormente escribió también la "Leyenda Menor", libro que fue traducido al
italiano por Estefano Maconi.
Obra escrita
Santa Catalina dejó el
Diálogo de la Divina Providencia, llamado simplemente
Diálogo, escrito durante cinco días de
éxtasis religioso, del nueve al catorce de octubre de
1378; 26
Oraciones; y 381 cartas, grandes trabajos de la literatura
Toscana vernácula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario