sábado, 8 de enero de 2011

Tal día como ayer, 7 de enero, pero de 1844, nació Bernardette Soubirous

(Desde El Cañamelar, José Ángel Crespo Flor )

Que la Virgen María es madre de todos y no tiene acepción de personas, lo prueba la protagonista del día, la vidente de Lourdes Bernardette Soubirous, que nació el 7 de enero de 1844, -hace de esto ahora 167 años- a quien se le apareció la Virgen en 1858 en la gruta de Massabielle, en el mismo sitio en el que se ha levantado el santuario de Lourdes, lugar al que acuden anualmente varios millones de peregrinos del mundo entero.

Tan poco cosa fue Bernardette -era una chiquilla enfermiza y a menudo sufría demasiados achaques de salud- y tan mal la trataron en vida, que, además de patrona de los enfermos, de los pobres y de los pastores, también lo es de las personas ridiculizadas por su piedad. Patronazgo especialmente necesario para los católicos coherentes en los tiempos que corren de ahí que tenemos que tener muy presente a Bernarditta Soubirous cuando los enemigos de la Iglesia, que son más de los que nos imaginamos, tratan de ridiculizarnos y ponernos a prueba todos los días.

Lo cierto es que Bernardette no fue lo que nuestra sociedad considera una triunfadora. Vivió en una casa muy pobre y estuvo muy mal alimentada, lo que fue causa de diversas enfermedades durante la niñez. Como la mayoría de los niños de Lourdes tenía muy poca instrucción, según nuestros criterios actuales la calificaríamos de analfabeta. Pero tampoco le fueron mejor las cosas, después de que se le apareciese la Virgen en la Gruta de Massabielle. Durante su permanencia en el convento de la Hijas de la Caridad de Nevers, la superiora la trató como si fuera un farsante, ni creía en sus visiones ni en las enfermedades que padecía. Por esta razón llegó a prohibir que saliera de la celda, porque pensaba que cojeaba para llamar la atención, cuando en realidad padecía una tuberculosis ósea muy dolorosa. Y a pesar de su grave enfermedad, Bernardette sacaba fuerzas de flaqueza para realizar sus trabajos como enfermera y sacristana, hasta que la enfermedad le rindió en la cama. Ya nunca fue la misma Bernardette que encandilaba a todos y a todas. Era una monja que sufría mucho, que ese sufrimiento lo supo llevar adelante por amor a la Señora, con la que había hablado cara a cara, en la Gruta de Massabielle, y a Jesús.

Los últimos años de su vida transcurrieron en la anticlerical y laicista Francia de la Comuna y la Tercera República de Adolfo Thiers, pero no fueron los partidarios de esta ideología los que la pusieron a prueba para crecer en santidad. Fueron las personas con las que convivió, monjas como ella en su convento. Realmente ya que no es fácil imitar la heroicidad de Bernardette, no sería poca cosa aprender la lección para no comportarnos como la superiora que le tocó en suerte a la vidente de Lourdes.

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